el derecho al arraigo

Esta mañana nos hemos vuelto a desayunar con otra noticia de desahucios motivados por el afán de lucro. Resulta que el mayor lucro se está obteniendo con las viviendas en los barrios populares. Viviendas que debido al crecimiento urbano están asentadas sobre un suelo cada vez más caro, y que sin embargo se pueden adquirir "baratas", o son fruto de herencias de familiares humildes que invirtieron en ellas el ahorro de su vida laboral, y que ahora les dan una nueva pátina y las venden o alquilan con grandes rentabilidades.

Las viviendas en los barrios más acomodados son más caras y la rentabilidad obtenida es mucho menor. Por eso se lanzan como buitres sobre Benimaclet, Orriols, Patraix, y otros tantos barrios otrora obreros en los que en la época de la industrialización franquista y la elevada emigración desde el campo propició la construcción de grandes cantidades de viviendas baratas.

El desarraigo que crean estos desahucios y acosos inmobiliarios es brutal. Sabido es que tenemos una cobertura de servicios sociales y de ayudas a la dependencia ínfimos en comparación con otros países de nuestro entorno. Esta escasa cobertura es suplida por vecinos y familiares. El arrancar a las familias, y en especial a los mayores, de sus casas y de sus barrios significa causar un enorme desarraigo que se suele traducir en deterioro social y mental. La movilidad de los mayores es reducida, y no los puedes trasplantar cual maceta de un barrio a otro, ni siquiera de una casa a otra. Sus vecinos, sus médicos, sus familias, sus amistades, todos ellos son fruto de redes tejidas  a lo largo de décadas. Y arrancarlos de su entorno habitual es causa de desorientación y soledad.

También para las familias con niños el malestar que crea arrojar a la gente a la calle es inmenso: cambios de colegio, incluso a mitad curso, dejar atrás vecinos y amigos del barrio, todo ello es causa de malestar social e incluso mental.

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